En 1949 el premio Nobel de medicina fue entregado a António Egas Moniz, la comunidad médica celebraba la lobotomía como una avance revolucionario.

La lobotomía, para aquellos que no están familiarizados, consistía en cortar o destruir las conexiones nerviosas en el lóbulo frontal del cerebro.

El procedimiento más común, era la lobotomía transorbital: el cirujano insertaba un instrumento que básicamente era un picahielos a través del ojo, lo martillaba hasta atravesar el hueso orbital, y luego lo movía de lado a lado para cortar las fibras nerviosas.

El objetivo era “calmar” a pacientes considerados problemáticos: personas con esquizofrenia, depresión severa, ansiedad, y frecuentemente mujeres etiquetadas como “histéricas”.

Los médicos prometían que eliminaría los comportamientos “anormales” y haría que los pacientes fueran más “manejables”.

La lobotomía no curaba nada. Simplemente destruía la capacidad de expresar lo que la sociedad encontraba incómodo.

En la década de 1970 el procedimiento se prohibió en la mayoría de los países, lo que cambió no fue el procedimiento ni los resultados lo que cambió fue nuestra perspectiva. Hoy vemos claramente que era abuso disfrazado de medicina.

La historia se repite

Ese mismo año de 1970, mientras se prohibía la lobotomía en todo el mundo, en la UCLA en Estados Unidos comenzaba otro atroz experimento:

Un psicólogo noruego, Ole Ivar Lovaas, iniciaba dos ambiciosos proyectos:

  • Convertir niños gay en heterosexuales.
  • Convertir niños autistas en neurotípicos.

Mismo psicólogo, mismos métodos

No eran experimentos separados, eran experimentos del mismo creador, con los mismos métodos pero con un fin común: cambiar a los sujetos incómodos en sujetos aceptables por la sociedad, tal cual prometía la lobotomía.

Ese mismo psicólogo que condenamos por crear terapias de conversión gay, lo veneramos como el padre del tratamiento moderno del autismo.

Ese mismo psicólogo demostró que la diferencia entre tortura y terapia a veces es solo una cuestión de marketing.

La paradoja de hoy

La paradoja se encuentra en que esos mismos psicólogos que condenarían fervientemente a cualquier colega que practique terapias de conversión gay, aplican con orgullo las técnicas gemelas de Lovaas en niños autistas.

Casi todos los métodos que usan hoy los terapeutas de autismo – las recompensas, los castigos, la eliminación de comportamientos ‘problemáticos’, las sesiones intensivas – nacieron en los mismos experimentos que crearon las terapias de conversión gay.

El futuro neurodivergente

Quizás la mayor dificultad de los autistas es también otra paradoja: una de sus dificultades es la integración social, lo que dificulta que alcen la voz y detengan estas atrocidades.

No la alzan porque ser un adulto que se identifica como autista es algo que muchos quieren evitar, no es algo que precisamente ayude a mejorar su condición laboral, profesional o social.

Tampoco la comunidad LGBTQ+ alzó la voz inmediatamente. Tomó décadas de activismo para que el mundo reconociera que las terapias de conversión eran tortura.

Aprendamos de la comunidad LGBTQ+ a organizarnos y a cuestionar cualquier ‘terapia’ que busque eliminar identidades en lugar de apoyar a las personas. A exigir que los autistas adultos tengan voz real en las decisiones sobre los niños autistas.”

Las preguntas incómodas

António Egas Moniz murió en 1955 creyendo que había revolucionado la medicina. Su Premio Nobel permanece en los libros de historia, pero hoy vemos su ‘revolución’ como una de las vergüenzas más grandes de la psiquiatría.

Ole Ivar Lovaas murió en 2010 creyendo lo mismo.

¿Cuánto tiempo pasará antes de que miremos el ABA como miramos hoy la lobotomía? ¿Cuántos niños más tendrán que crecer para contarnos la verdad?”¿Tu hijo es uno de ellos?

Misma sociedad, distintos tiempos

La próxima vez que veas un niño autista en ‘terapia’, pregúntate: ¿está recibiendo apoyo o está siendo convertido? ¿Lo están ayudando a navegar el mundo siendo quien es, o lo están entrenando para parecer alguien que no es?

Los niños gay ya no tienen que fingir ser heterosexuales para ser aceptados. ¿Cuándo dejaremos de exigir que los niños autistas finjan ser neurotípicos?

“En 1974, el mismo psicólogo creaba dos terapias idénticas. Una buscaba ‘curar’ la homosexualidad. La otra buscaba ‘curar’ el autismo.

Hoy condenamos la primera y financiamos la segunda.